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domingo, 3 de abril de 2011

LA JUSTICIA EXTRACTO DE PODERES -- JORGE ADOUM

LA JUSTICIA

Los hombres son esclavos de sus leyes y les encanta quebrantar la justicia.
La justicia, es un arte, cuyo fin es libertar al hombre de las ligaduras de las leyes, pero el hombre es un mal artista que traduce el poder de la justicia en leyes que le encadenan.
El niño construye castillos de naipes con paciencia y cuidado y cuando termina los derrumba con un soplo, seguido de una estrepitosa carcajada.
La ley de los hombres es un taller que fabrica yugos pesados para la cerviz de los débiles.
La ley es la mayor enemiga del hambriento que roba un pan; pero es la mejor amiga del ladrón que roba millones.
La ley es la espada del héroe que mata a millones; y es el hacha del verdugo para aquél que vengó el honor de la hija engañada o de la esposa seducida.
La ley de los hombres es la fuerza del tirano, y la justicia es la obediencia del débil.
Los cráneos de los muertos son las pesas del fuerte en la balanza de la justicia humana.
La ley debe ser la sombra de la justicia, pero cuando el sol está en el cénit.
El hombre no busca la sombra de la ley sino cuando el sol está en el crepúsculo, para trazar su justicia, sobre la tierra, con mayor tamaño.
Quien graba con la mano una ley injusta, sobre su propio corazón, no podrá borrarla sino cuando la hoguera reduzca su corazón a cenizas.
Al arrancar la injusticia de la mente humana, no se la debe trasplantar al corazón.
Hay cinco justicias para los cinco sentidos del hombre:
La justicia ciega es la que golpea el futuro con el látigo del pasado y castiga al hijo por la culpa del Padre.
La justicia sorda que quiere hacer del tirano un eco del Poder y del rico ignorante una copia del sabio.
La justicia muda que sin hablar, inclina el pulgar hacia abajo, para matar al caído y extinguir al débil.
La justicia constipada que huele la hipocresía y la llama diplomacia; a la debilidad la llama suavidad.
Y por último, la justicia sin tacto que encadena al mundo moderno con las leyes del antiguo.
La justicia es hija del dolor: sólo puede administrarla aquél que se baña diariamente con la sangre del corazón.
La justicia es río de la vida: sólo puede contemplarla aquél que yace sentado en la orilla de la Eternidad.
Los legisladores no oyen el grito del miserable porque sus oídos están ensordecidos por el ruido de las leyes; solo el dolorido, el crucificado por la culpa ajena, puede formar de su cruz una balanza justa y fiel.
El hombre que yace en la luz negra, no puede ver a la justicia sentada en la oscuridad luminosa.
Aquel que no suspira con el afligido, no puede oír el grito de sus entrañas.
Aquél que no llora con el infeliz no puede lavar con las propias lágrimas sus heridas.
Aquél que no derrama sus lágrimas sobre la culpa del malvado y por el error del felón, no puede reírse con la aurora, ni alegrarse con el nacimiento de la flor.
Quien se ríe de la culpa ajena, encadena más su alma a la tierra, y aquel que llora por el error del prójimo, se acerca con él a Dios.
La justicia no consiste en eliminar al que ha errado: La justicia consiste en borrar nuestro error de la mente de nuestra víctima.
Nuestros mismos yerros desprendidos de nuestro ser, to-marán por blanco la mente de otro YO nuestro.
El malvado es la creación de las leyes humanas,
Roba el ladrón, porque las leyes le privaron de sus nece-sidades.
Traiciona la esposa, porque el marido le ha privado del verdadero amor y la hastió con su pasión brutal.
Miente el hombre, porque le castigaron cuando habló la verdad.
Se hace, el hombre nacionalista, porque le privaron del derecho de la universalidad.
La humanidad es el río cristalino que conduce lo humano al océano de lo Absoluto; pero las leyes formaron de las aguas del río, ciertos charcos putrefactos, llamados naciones, razas y castas.
El justo no es idólatra para degollar su conciencia ante el ídolo y le llama Dios.
El justo no es vasallo que se arrodilla ante el tirano.
El justo no es delincuente para postrarse ante la ley.
El justo no es nacionalista para matar en nombre de la patria.
El justo no es ignorante para entregarse al sacerdote y le llama: Sombra de Dios en la tierra.
El justo no es usurero que cual sanguijuela absorbe ln sangre de los demás y llama al oficio, comercio.
El justo es Dios, universal, sabio sacerdote y liberal al mismo tiempo.
Todo hombre debe ser Ley en sí mismo, y para ser Ley debe cargar con la culpa ajena.
Aún más, debe ser como el sol que ilumina la flor y el estiércol y brilla sobre el río y sobre el charco.
Un día preguntó el águila de la montaña al sol:
¿Por qué manchas tus rayos dorados con las inmundicias de la tierra?
El sol le contestó; Asciende a mí.
Subió el águila a una altura tal, que ya no veía, de la tie-rra, más que el tamaño de un grano de lenteja, Entonces co-municó el particular al sol.
Este le dijo: Necio, estás todavía en la atmósfera de la tierra y dices que ya no la ves, ¿Qué me importaría a mí de sus inmundicias estando yo a ésta distancia de ella?

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